No basta decir «Yo me apunto»
En el encuentro, moderado por J. Beltrán, compartieron María Luisa Berzosa, consultora de la Secretaría del Sínodo; Pepe Laguna, teólogo y autor del libro Escuelas que futurean, y Carmen de los Ríos, miembro de CPAL (Comisión de Provinciales Jesuitas de América Latina).
El Pacto Educativo Global (PEG) nos lanza diversos retos, especialmente el de poner a las personas en el centro y ofrecer una verdadera acogida a todas las realidades, especialmente a aquellas que son diferentes a las nuestras.
En palabras de María Luisa Berzosa, el PEG “era necesario desde hace mucho tiempo”. Son sólo tres palabras, pero con un profundo significado. “El mundo es complejo (pueblos que migran, realidades que cambian…) y debemos abordar esta complejidad de forma global. Es un desafío, pero está lleno de sueños y posibilidades”.
Una de las cuestiones abordadas fue cómo crear una educación más fraterna. En respuesta a ello, Pepe Laguna nos invitaba a vincularnos en un horizonte común: “El Pacto Educativo es una invitación a la escuela a levantar la mirada, asumir su papel como mediadora social, como creadora de ciudadanía; las escuelas que se sumen deberán también repensar y reconfigurar sus estructuras metodológicas y sus enfoques pedagógicos; no basta decir: Yo me apunto”. Carmen de los Ríos, por su parte, nos invitaba a crear un camino nuevo, un camino de armonía social, en la línea del Buen Vivir de las comunidades originarias andinas y amazónicas, que recupere el sentido de humanidad perdido por el individualismo y el consumismo.
Un camino que nos lleve, también, a las “periferias existenciales”, tal y como las ha denominado el Papa Francisco. Personas con habilidades especiales, pueblos indígenas, migrantes y refugiadas… Otras visiones y saberes que pueden colaborar mucho con el Pacto Educativo aportando su visión. Unos márgenes que, además, tienen mucho que enseñar.
¿Pero cómo concretar todo esto? Es sin duda la parte más difícil. Llevar las ideas a la realidad y no quedarnos en una mera afirmación del Pacto. Para Pepe Laguna, el objetivo de la Escuela Católica, si de verdad aplica el PEG, sería “configurar un alumnado con tres características: una mirada educada (capaz de ver el mundo completo, con sus márgenes y sus cunetas), una sensibilidad que les permita conmoverse y acercarse a las personas que más sufren y unas manos que creen posadas: instituciones y políticas de cuidados y compromiso social para atender a las víctimas de esos márgenes.
Las entidades organizadoras están elaborando un cuestionario, basado en el Instrumentum Laboris del PEG, que enviarán a centros y agentes educativos de todo el mundo para recoger aportaciones que enriquezcan el Pacto propuesto por el Vaticano.
María Luisa Berzosa incidía en la importancia de revalorizar el trabajo de educadores y educadoras, y de trabajar en círculos concéntricos con todo lo que rodea a la educación: el barrio, el pueblo, las asociaciones… y Carmen de los Ríos nos llamaba a seguir trabajando sobre la Ecología Integral, un trabajo desde los derechos de la Naturaleza, convertidos en marco jurídico y legal, sin olvidar el Derecho a la Educación que se está limitando especialmente durante la pandemia.
Todos los ponentes destacaron la importancia de trasladar el PEG a otras instituciones que de alguna manera también educan, como los medios de comunicación, las plataformas de ocio, el arte… Porque todos somos agentes educativos. En palabras de María Luisa Berzosa: “el Pacto habla de encuentro, de diálogo, de cuidados, de inclusión… Y eso está presente en cualquier campo de la sociedad, no sólo en la escuela”.
Se habló, en definitiva, de la educación como eje transversal del mundo para la ciudadanía del futuro; una educación que nos haga conscientes de que todas las personas tenemos una misma dignidad, y que nos invite a no aceptar el mundo como está, a no seguir haciendo lo mismo, a ser conscientes de que otro mundo es posible.
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