Buscando signos de esperanza tras la Conferencia de Sevilla

Sevilla, 3 julio.- Como entidad presente en la IV Conferencia Internacional de Financiación para el Desarrollo (FfD4) de Sevilla, y en su Foro Social previo, expresamos profunda preocupación por los escasos avances del Compromiso de Sevilla fruto de esta conferencia, sin compromisos vinculantes ni hoja de ruta clara, por ejemplo, hacia una Convención Internacional sobre la Deuda. Las propuestas puntuales que ofrece no abordan las raíces del problema. Es necesaria una mayor participación de las comunidades afectadas, frente al actual peso decisorio de instituciones como el G20, el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional, que no siguen criterios democráticos ni del bien común, y perpetúan el escándalo de la deuda.
Desde la Doctrina Social de la Iglesia sostenemos que las deudas que atentan contra la vida, la dignidad y el cuidado de la casa común no deben condicionar el futuro de los pueblos. El Año Jubilar 2025 nos llama a replantear los mecanismos de la deuda para que no se conviertan en un instrumento de opresión. La tradición del Jubileo recuerda que la verdadera justicia debe estar al servicio del bien común universal y de los derechos de los pueblos más vulnerables. Es necesario un cambio estructural que devuelva a la economía su función social originaria, para que todas las personas tengan acceso a lo necesario para una vida digna. La arquitectura financiera internacional no es una cuestión técnica sino profundamente ética y política.
Hemos escuchado, en diversos espacios de la IV Conferencia, las voces de comunidades que insisten en que los procesos de endeudamiento no sólo no han promovido el desarrollo, sino que el pago de intereses ha implicado una pérdida real de derechos. Esta carga ha dificultado el acceso a la educación, la salud, la seguridad alimentaria y otros derechos básicos, empobreciendo aún más a las personas.
Especialmente urgente es reconocer la deuda ecológica como responsabilidad de los países del norte global, que hemos construido nuestra prosperidad desde la sobreexplotación de recursos y emisión desproporcionada de gases de efecto invernadero. Tenemos una responsabilidad histórica y ética para reparar el daño causado, a través de justicia climática y restauración ecológica.
Pero el proceso de Sevilla no se cierra con la firma del documento. Al contrario, abre un tiempo de vigilancia, de construcción colectiva y de incidencia transformadora. Nos unimos a las voces del Sur Global que exigen una gobernanza financiera internacional justa, participativa y centrada en los derechos humanos.
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