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¿Le importa a alguien la Amazonía?
El Museo de las Misiones Salesianas ha acogido un diálogo profundo sobre los ecos del Sínodo Amazónico, organizado junto a Enlázate por la Justicia, cuando se cumplen estos días cuatro años de su celebración.
¿Le importa a alguien la Amazonía? es la pregunta con la que la moderadora Patricia Rosety (Cope) abrió la tarde. Fernando Foncillas (Cáritas-REPAM) nos situó señalando que la Amazonía es, después de Oriente Medio, el segundo lugar geoestratégico del planeta, al ser considerado almacén de materiales de valor estratégico creciente junto a los tradicionales como el crudo y los metales preciosos. Para Patricia, Amazonía es sinónimo de expolio. Pedro W. Sánchez, de la Red Iglesias y Minería, abundaba que el ansia de monetizar cualquier bien está llevando al límite al sistema amazónico. Este año además, la sequía está dejando sin bienes básicos a las comunidades ribereñas, pues el río es la única vía de transporte hasta ellas.
Frente a este paisaje, el Sínodo para la Amazonía proponía nuevos caminos para la Iglesia y la Ecología Integral. Marita Bosch, misionera del equipo itinerante de Manaos (Brasil), recordaba con emoción el inicio de aquella asamblea, todos juntos con el papa Francisco, celebrando la vida y el encuentro fraterno en la diversidad, con los símbolos propios como la red, la canoa, y las imágenes de la mujer amazónica.
Este Sínodo fortaleció a las comunidades indígenas, que fueron reforzadas en su misión de cuidadoras de la Casa Común en el encuentro privado que Francisco mantuvo con ellas. La espiritualidad indígena está siendo maestra para las culturas occidentales, al reconocer el espíritu de vida que descansa en todo lo creado. Una espiritualidad de resistencia, en la que las mujeres se reúnen a rezar el Rosario pidiendo para que las empresas mineras no consigan entrar en sus territorios. La Conferencia Eclesial Amazónica (CEAMA) es un fruto relevante, al ser la primera estructura eclesial de ese rango en la que laicos y religiosos están al mismo nivel. Iguelmente el Programa Universitario Amazónico. Mariano García, director del Museo de las Misiones Salsianas que volvió a abrir sus puertas hace ahora dos años, destacaba aquí que el Sínodo les ha abierto a valorar en justicia las culturas amazónicas.
La sinodalidad, clave del ministerio del Papa, nos quiere situar en clave de escucha. La Iglesia misionera ha escuchado con mayor profundidad el grito de las comunidades (y de la Casa Común) y se ha colocado al lado de sus luchas, en primer lugar por el reconocimiento de sus territorios. Fernando señalaba que ese reconocimiento es el primer paso para que se puedan cumplir las leyes que ya existían y que otorgan a las comunidades potestad sobre el uso de estos territorios, para decidir si quieren o no un uso extractivo. Aquellas comunidades que, con apoyo de Cáritas, han fortalecido sus equipos pastorales a través de las Escuelas de Derechos Humanos y con personas expertas en derecho ambiental han podido plantar cara a las empresas responsables de los distintos vertidos de crudo en la región amazónica de Perú-Ecuador. «¿Quíen está junto a estas comunidades? Nadie… solo la Iglesia.» Países como Costa Rica y El Salvador ya decidieron renunciar a la minería para organizar su desarrollo de un modo más respetuoso con la vida.
Este coloquio se celebró con ocasión de la clausura de la exposición Amazonía: Narrativas desde los territorios, con fotografías de Eduardo León, que estuvo muy activo también en el diálogo.
Toda esta situación es compleja, no tiene una solución sencilla y concreta. Como Noé, nos sentimos llamados a dar forma a nuevas arcas de salvación: espacios de cuidado y respeto a la vida, reconectarnos con nosotros mismos, con los otros y con la Creación.
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