
La semana pasada se ha celebrado en Adis Abeba la II Cumbre Climática Africana. El continente cuenta con el 60% de los mejores recursos solares del mundo, el 60% de la tierra cultivable y el 40% de las reservas minerales críticas. Se postula así como un motor frente a la crisis climática. Pero la financiación necesaria se ve lastrada por un sistema financiero mundial que condena a los países africanos con el mecanismo de la deuda, tal como se ha denunciado en la reciente Conferencia de Sevilla.
Las entidades eclesiales han estado muy presentes en este evento y han emitido diversos comunicados finales, en comunión con otras confesiones.
La Conferencia Ecuménica Africana (en la que se integra el Simposio de las Conferencias Episcopales de África y Madagascar-SECAM) ha emitido un comunicado en el que destaca el valor de unidad interreligiosa reclamando decisiones frente a la crisis climática y la injusticia sistémica. Los líderes religiosos piden a los líderes mundiales, las instituciones financieras internacionales y los prestamistas privados que celebren un nuevo Jubileo, cancelando deudas injustas para que las naciones africanas puedan redirigir sus recursos hacia la protección de la creación, el fomento de la resiliencia y el apoyo a las personas más vulnerables.
Por otra parte, el propio SECAM, junto a Red Eclesial de la Cuenca del Congo-REBAC, el Movimiento Laudato Si y Caritas África reclaman que “es esencial reconocer el liderazgo de África en innovación climática, no solo como una víctima indefensa, sino como una próspera fuente de soluciones para nuestro planeta compartido”, entre ellas las prácticas agroecológicas para revivir la biodiversidad. Se trata de verdaderas soluciones, frente a las “falsas soluciones” denunciadas en el reciente documento unitario de las iglesias del sur global. Este reclamo, señalan, está “profundamente enraizado en nuestra fe.”
Lamentan que “a pesar de su belleza natural y promesa, África se ve gravemente afectada por los efectos catastróficos del cambio climático, incluidas las graves sequías, las inundaciones en curso, la creciente inseguridad alimentaria y el desplazamiento masivo.”
“El Papa Francisco nos recordó que ‘existe una verdadera deuda ecológica‘, en particular entre el Norte y el Sur global, ligada a desequilibrios comerciales con efectos sobre el medio ambiente y al uso desproporcionado de los recursos naturales por parte de ciertos países durante largos períodos de tiempo. (…) Esta deuda ecológica es una realidad para África, que ha contribuido menos a la crisis climática pero está sufriendo sus peores consecuencias”.