Laudato Si’ inspira al movimiento ecologista
Todos nos manifiestan el enorme valor de la Laudato Si‘, como lo hizo, una vez más, el asesor de la Secretaría General de la ONU sobre la Agenda 2030 J. Sachs, en Madrid en uno de los eventos paralelos a la COP25. Mar Asunción (WWF) destaca de primeras la importancia de este documento para avanzar a un marco común que cristalizó en los importantes Acuerdos de París, seis meses después de su publicación. La encíclica repite la palabra diálogo en distintos contextos, y uno de sus objetivos es tender puentes entre distintas corrientes sociales; no es un documento dirigido exclusivamente a los fieles, sino que busca contribuir al diálogo global, pues la interdependencia nos obliga a trazar un plan compartido.
Luis G. Reyes (Ecologistas en Acción) resalta que el documento enmarca la actual situación con expresiones fuertes como „punto de quiebra“, que en lenguaje espiritual Francisco traduce como „la humanidad ha defraudado las expectativas divinas“ (LS 61). La Laudato Si’, probablemente uno de los textos más importantes desde mediados del siglo XX, tiene valor especial no solo por su contenido, que describe los desencadenantes y las consecuencias de la actual crisis ecosocial, sino por la autoridad de quién la firma, siendo Francisco el líder mundial más valorado. Con un 80% de la humanidad que se declaran seguidores de una cierta espiritualidad, Luis destaca el peso que las corrientes espirituales tienen en los movimientos emancipadores que trabajan en la transformación de las estructuras (de pecado, como nos reveló S. Juan Pablo II). Y esta encíclica que ahora celebramos significa orientar no solo una reflexión, sino una acción, a todos los niveles: personal, social y político.
Asoman las lógicas sombras cuando nuestros compañeros de reflexión se preguntan si la Iglesia sigue a Francisco en este camino. Carlos M. Camarero (CC.OO.) advierte que la influencia de este documento es todavía limitada: „Creo que la iglesia y sus fieles aun no son conscientes, lo mismo que el resto de la sociedad, de los profundos cambios que hay que hacer para frenar el cambio climático.“ En esta línea, Mar Asunción apunta al potencial del documento hacia dentro de la Iglesia, al incluir propuestas educativas y catequéticas. Estas impresiones me hacen pensar que sería importante compartir en los foros extraeclesiales el proceso que estamos haciendo como Iglesia.
En la conversación se apunta que la Iglesia, si se deja guiar por este impulso, tendrá un papel muy relevante acompañando el dolor y pérdida de sentido vital de muchas víctimas del cambio climático. En respuesta a la situación actual de hiperracionalización (a la que la encíclica se refiere como paradigma tecnocrático), „la religión y la espiritualidad cobrarán gran relevancia social.“ En este sentido, la espiritualidad emancipadora de Laudato Si‘ convive con otras espiritualidades de dominación, que nacen desde los órganos de poder, y son acogidas por parte de la población como un intento de escapar de una realidad muy dura, insoportable.
Como ha sucedido durante toda la historia, las espiritualidades permitirán encontrar calma y trascendencia, entender el mundo (incluso para quienes antes encontraban este sentido –exclusivamente- en la ciencia), crear y consolidar nuevos imaginarios sociales y catalizar las transformaciones (“conversiones”) personales imprescindibles.“ De este modo insiste Luis en reconocer la capacidad de Laudato Si‘ para activar la compasión, la reflexión y la transformación necesaria. Podemos reconocer en estos tres momentos los distintos ámbitos de la misión eclesial. Para él, las religiones tienen cinco fortalezas para la transformación social que otros actores no pueden combinar: i) capacidad de conformar cosmovisiones; ii) autoridad moral; iii) fuente de motivación espiritual y emocional; iv) extensa red institucional y significativo capital financiero (al menos potencial); y v) generación de capital social-relacional.
Efectivamente, es necesario fortalecer el imaginario social, argumentar escenarios posibles de una forma sostenible de convivir en la Naturaleza, compartir las buenas prácticas que vienen poniendo en marcha distintas comunidades eclesiales y no eclesiales. De este modo podemos plantear alternativas realistas al sistema que impera (en todos los sentidos del término). ¿Hasta dónde puede llegar la Iglesia cuando activa estas fortalezas? Sin duda, Mar Asunción resalta que la presencia de organizaciones eclesiales en la movilización climática contribuye a darle una perspectiva más amplia. Así ocurrió durante la pasada COP25 en Madrid, donde las entidades eclesiales nos integramos en la gran marcha mundial por el clima, promovida por la Alianza por el Clima, en la que participan las 3 entidades que nos devuelven hoy estos ecos de la Laudato Si‘. Carlos G. Camarero apunta que cuando las entidades eclesiales se suman a la defensa ambiental, esta se puede conectar mejor con las repercusiones sociales, como el incremento de la brecha de desigualdad que el cambio climático va a generar tanto a nivel local como global, sumando las perspectivas ambiental, social y laboral. Este es un hito fundamental de la Laudato Si‘: No hay dos crisis.
Los ecologistas reclaman inaugurar una nueva alianza con la Tierra, y ello requiere recuperar la sacralidad de la vida que empapa la Laudato Si‘. Mar destaca que „la espiritualidad es clave para relacionarnos con la naturaleza y entre los seres humanos de forma más sostenible. Aborda los valores esenciales frente a mensajes consumistas, egoístas y cortoplacistas que son en gran parte los que rigen el modelo de desarrollo actual en muchas zonas del mundo.“ Haciendo una relectura de L. Boff, Luis señala los factores que podrán componer el nuevo paradigma y que están presentes en las distintas tradiciones religiosas:
- La totalidad del sistema-Tierra es orgánica y dinámica. Por lo tanto, sus partes son interdependientes: el ser humano existe por medio de las relaciones y fuera de las relaciones no existe nada. Es el todo está conectado que jalona la encíclica.
- Esto lleva al concepto de límite, pues la interdependencia solo se sostiene limitando las actuaciones posibles de las partes. Paradójicamente, esto genera más libertad del todo (más capacidad de hacer cosas).
- El tiempo y los procesos son irreversibles (nada se explica sin su historia), dinámicos (todo está inacabado) y circulares (infinitud de la vida en un proceso de regeneración constante).
- El futuro es común y es en este común en el que se sitúan los destinos personales.
- Todo cuanto existe y vive merece existir, vivir y convivir.
Para nuestros tres compañeros, estos principios transmiten un mensaje de unidad de las tradiciones espirituales, que es fundamental ante la magnitud de los desafíos que afrontamos. En este sentido, la revolución no será tanto crear algo nuevo, como reequilibrar lo que se ha desequilibrado, un realineamiento con el orden superior que es la Naturaleza.
Al despedir nuestro diálogo, Mar deja este llamado: “sería oportuno otro documento del Papa Francisco enfocado en que la recuperación de la crisis sanitaria global se haga con criterios de justicia social, protegiendo a los ecosistemas y promoviendo la transformación hacia modelos de desarrollo que nos prevengan del cambio climático, para evitar caer en nuevas crisis de consecuencias tan devastadoras o más que la actual.” Francisco nos está sugiriendo una semilla en su recientes notas La vida después de la pandemia y el llamado a un año jubilar Laudato Si’.
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